“Todos los incentivos del sistema político están hechos para garantizar el subdesarrollo”
El analista electoral e investigador de tendencias de consumo Axel Callís advierte que existe conciencia de que se necesita modificar el sistema político, que incentiva la diferenciación y no fomenta los acuerdos. Sin embargo, no advierte mayor posibilidad de cambio en un año electoral.
“Post segundo plebiscito constitucional quedó un gran punto suspensivo de cómo iba a venir el 2024 porque, indistintamente que se haya rechazado el primer y segundo intento, todo el mundo de la política tiene certeza que hay que modificar algunos elementos del sistema político”, reflexiona Axel Callís, investigador de tendencias de consumo, análisis electoral y detección de brechas, y director de TúInfluyes.com.
“El gran problema de Chile en términos políticos es que tiene un sistema que no permite gobernar a nadie, de ningún partido o de ninguna alianza, porque está extremadamente fragmentado y polarizado el sistema. Tiende a incentivar la diferenciación y, por ende, la polarización de los partidos, a diferenciarse mucho, a tal nivel que existir se ha hecho más importante que acordar, y un sistema político que no acuerda tiende al subdesarrollo del país, porque no hace nada que al otro le permita tener un pequeño triunfo. Todos los incentivos del sistema político están hechos para garantizar el subdesarrollo”, advierte.
El analista desmenuza el panorama político para el año, y agrega que, “por otra parte, Chile no es como Perú, en que la economía va por una parte y lo político por otra. En Chile anda todo junto y cada vez que lo político se va por el deshuesadero, lo económico también. Hay una relación muy estrecha entre las expectativas económicas, el manejo macroeconómico, la inversión y lo que sucede en política”.
¿Qué se puede esperar de la agenda legislativa para el año?
Los años 2024 y 2025 son nuevamente dos años electorales. Este año evidentemente trae una agenda electoral que comienza en marzo con los pactos y luego las primarias en junio. Después, las elecciones municipales, de gobernadores y consejeros regionales. Es una elección importante y que nuevamente nos va a tener con un cuadro, no sé si de polarización, pero sí de competencia.
Por otra parte, está el gobierno, que tiende a cometer errores en términos políticos, en un contexto donde va a ir por la reforma de pensiones durante el primer trimestre, y luego, a partir de marzo y abril, vamos a tener el pacto fiscal y la nueva reforma tributaria porque vence el año desde que fue rechazada. El gobierno va a jugársela este primer semestre por sacar adelante al menos 3 de los proyectos que van sobreviviendo de su programa, con una opinión pública extremadamente sensibilizada y atemorizada por todo lo que está pasando en materia de delincuencia y narcotráfico.
Por otra parte, en términos económicos, se empieza a salir del atolladero en el que estuvimos el último año, y se ve que la situación, por lo menos en este 2024, va a estar en azul, con un cierto crecimiento, la inflación muestra signos de control y lo más probable es que veamos una cierta reactivación en algunas áreas, sobre todo el comercio y los créditos hipotecarios, pero que sería mucho más fuerte y robusta si se acompañara de las reformas políticas que el país está esperando.
¿Cuáles son las posibilidades de la reforma de pensiones y el pacto fiscal?
Yo creo que va a haber pacto fiscal y reforma de pensiones porque los votos están en la Cámara debido a que se requiere mayoría simple, pero no estarían en el Senado. En el Senado van a encontrar una oposición mucho más férrea y eso fuerza una comisión mixta, donde quizás no va a salir el proyecto que el gobierno o la oposición quiere, pero obliga a que haya proyecto.
Lo que la opinión pública rechaza ahora es que no tenemos nada, en Chile no se resuelve nada, todo se posterga porque estamos en una lógica de diferenciación. Nadie dice ‘paremos un poco, hagamos un break, legislemos algunas de las cosas que le importan a la ciudadanía y después seguimos peleando. Eso no ha ocurrido’.
¿Qué observa en la ciudadanía con respecto a este panorama?
En la Asociación de Investigadores de Mercado AIM, que nos reúne a la mayoría de las encuestadoras, uno percibe la idea de que un gran cuerpo de chilenos y chilenas es una utopía del pasado. Cada vez se consolidan grupos, nichos, segmentos de personas que son bastante resueltas en su diagnóstico, sobre todo los jóvenes, y ya no se puede hablar de los chilenos y las chilenas, pues han aparecido muchas categorías que son más importantes incluso que la edad, la segmentación socio económico o la ubicación geográfica. Uno ve, en términos de consumo o de ideas, segmentos que son bastante consolidados, y el problema que tenemos hoy en día es que son cada vez son más endurecidos y cuesta más ponerse de acuerdo.
El eje izquierda-derecha ya no opera para nada. Si alguien sigue viendo el país con esos ojos puede seguir esperando porque la gente es súper contradictoria a la luz de lo antiguo, pero tiene su coherencia a la luz de lo nuevo.
Cuesta cada vez más seguir tanto el consumo como la política, porque tenemos conductas que son distintas a lo que teníamos, por ejemplo, con el voto voluntario. Ahora tenemos muchas personas que están votando por primera vez, y eso cambia absolutamente la forma de hacer campañas. En la última elección, y continuará en las próximas también, vimos campañas mucho más agresivas y duras, porque los candidatos están tratando de hablarle a aquellos que no participaban. Hablarle a los no electores es mucho más difícil, por lo tanto, tienes que subir el volumen y hacerlo mucho más brutal.
¿Cómo se puede avanzar en este escenario?
Es que las diferencias son brutales porque, hasta el año 2021, que fue la última elección presidencial con 2 vueltas, teníamos cerca de 10 millones de personas que votaban, de los cuales 6 o 7 millones eran votantes habituales e informados. Y había 2 o 3 millones de personas que votaban a veces. Pero ahora entraron 3 millones de personas que no habían votado nunca y que están dispersos en todas partes, principalmente jóvenes, personas muy vulnerables, del mundo rural, etcétera. Son personas a las que no hay cómo llegar en términos de los sistemas de información tradicionales de la política o de la economía. No es que sean extraterrestres, son personas que viven su vida en la cotidianeidad, pero muchas de ellas no tienen redes sociales, no les interesa lo social sino lo que ocurre en su vida, su familia, su trabajo y su salud, y son muy pragmáticas a la hora del voto. En ese sentido, recién estamos empezando a conocerlos, pero son, por decirlo así, casi incompatibles con los otros 10 millones que sí votaban. Por lo tanto, lo que hace la política es desesperarse y subir el volumen.
En ese camino dejan de lado a los votantes habituales…
Absolutamente, y esos son los costos que se tienen que pagar cuando entras en una lógica de voto obligatorio. Si quieren saber lo que va a pasar es un poco Argentina, Perú y Brasil. Porque lo que hubo en Chile fue algo muy extraño, países que hayan tenido voto voluntario y se hayan ido al voto obligatorio prácticamente no hay. En el fondo, cuando vas al voto obligatorio eximes a los partidos y a la política de hacer las mejoras para generar una oferta superior. Aquí garantizas la demanda y lo que vamos a tener en la próxima elección de octubre son 13 millones de personas que van a tener que elegir y me imagino que el voto nulo va a aumentar, como fue en mayo del 2023.
¿Cabe esperar candidatos más extremos?
Candidatos altisonantes y yo diría que brutales, que hablan muy fuerte, hacen promesas y tratan de mover a este electorado que es distante y que no está en los circuitos tradicionales de la política.
¿A qué le deberían poner atención las empresas?
Creo que las empresas de consumo masivo, en general, quedaron muy perdidas después de la pandemia, eso es lo primero. Lo segundo es que las empresas se están dando cuenta también de la relación estrecha que existe entre la política y el consumo.
Creo que las empresas están preocupadas de conocer, sobre todo, a las personas más jóvenes, porque tienen conductas que se escapan de lo que eran los jóvenes de antes. Lo que uno percibe, por ejemplo, es que el joven es mucho más globalizado en términos de su demanda y sus principios; la importancia que tiene el cambio climático para ellos es absoluta y opera desde lo que voy a estudiar, cómo voy a armar mi familia, incluso si voy a tener hijos o no, si voy a tener una casa o no, si voy a tener un auto, si voy a estudiar afuera. Esta situación angustiante de pensar que el planeta tiene los días contados genera conductas, y me parece que las empresas no conocen mucho a ese tipo de jóvenes.
Se ha complejizado mucho también el tema de la protección de datos o de la generación de insight, de manera que cada vez tenemos que fortalecer mucho más la capacidad de leer los datos. Tenemos la inteligencia artificial, datos secundarios y primarios, y datos que conversen entre sí, porque van apareciendo distintas fuentes y tenemos que saber con cuál nos vamos a quedar y cómo hacer hipótesis que den luces de hacia dónde va a caminar esto.
Yo trabajo en la Universidad Central y la Universidad Católica, y vemos que es cada vez más complejo leer la realidad; por otra parte, la tecnología ha permitido tener datos en tiempo real que antes no teníamos. Hay que detenerse cada vez más a mirar los datos y profundizarlos, para mí esa es la lección, y entender que hay una gran brecha entre los jóvenes y las personas no jóvenes.
Hoy se habla más de ciudadano que de consumidor…
Correcto, somos ciudadanos todos y lo que se ha hecho muy complejo es saber el sistema de decisiones de las personas, cómo las están tomando, no solamente en el ámbito económico, sino que también en lo político y en sus vidas. Ahí, las macro variables están influyendo bastante.
Axel Callís, investigador de tendencias de consumo, análisis electoral y detección de brechas, y director de TúInfluyes.com.
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