“Las empresas son las instituciones de mejor desempeño en un momento donde el Estado comienza a dar muestras de ineficiencia”
El analista Claudio Hohmann repasa la coyuntura nacional y los factores que están marcando el rumbo del país. Advierte sobre la persistencia de la incertidumbre, y la irrupción de la inteligencia artificial, “una tecnología que, igual que internet primero y después las redes sociales, tiene el potencial de establecer un orden completamente nuevo”, dice.
“El resultado del plebiscito de diciembre será determinante para el devenir del próximo año en el país”, sostiene Claudio Hohmann, analista, consultor y ex ministro al preguntarle por sus proyecciones para el próximo año.
Dicha elección, agrega, “incidirá marcadamente en uno u otro sentido: superar o mantener la incertidumbre en que nos hemos desenvuelto hasta ahora; más o menos confianza en el sistema político y en las instituciones. Una vez resuelto eso, creo que recuperar el dinamismo de la economía es el gran desafío que enfrenta el país, no tenemos tiempo que perder. Los grupos medios están resintiendo el estancamiento, que ya se expresa en un creciente desempleo y salarios que no crecen como antes, si es que crecen”.
¿Cuáles son los escenarios que prevé en cualquiera de los resultados posibles de ese plebiscito?
Si la opción “en contra” fuera la ganadora, el tema constitucional seguiría abierto y con ello se mantendría la incertidumbre respecto a las reglas de juego. Eso atenta contra la inversión y el desarrollo de grandes proyectos. En cambio, el triunfo de la opción “a favor” podría dar lugar a un período de certidumbre y confianza como no hemos tenido en años, lo que a su vez permitiría focalizar esfuerzos mucho más intensos en los asuntos que preocupan a los chilenos, incluida la desaceleración económica que requiere de mayor certidumbre y confianza para revertirse. En ese sentido, la opción “a favor” tiene una ventaja que quizás los electores no tienen todavía en consideración: cerrar el período de elevada incertidumbre política y social que se inició con el estallido social, para dar lugar a uno de crecimiento y desarrollo.
A 4 años del “estallido social”, y más aún después de la pandemia, ¿qué y cuánto ha cambiado en el país? ¿Qué ha pasado con las demandas que se expresaban entonces?
Hay quienes afirman que las causas del estallido social se mantienen inalteradas, que la pandemia solo postergó la continuidad de la revuelta. Mi impresión es que, si bien algunas de esas causas siguen presentes, el panorama ha cambiado significativamente. El octubrismo ha quedado atrás, desplazado por el aquí y el ahora de la inseguridad ciudadana, la delincuencia y la situación económica, que empujan en una dirección distinta, opuesta en algunos casos. Esto quedó de manifiesto en el nítido contraste entre la elección en 2021 de la Convención, expresión institucional del octubrismo, y la del Consejo en 2023, dominado sin contrapeso por el Partido Republicano. El abuso, que fue el símbolo del estallido social, ha sido erradicado completamente del relato social, reemplazado por el temor a la delincuencia creciente y amenazante, que incluso impera a sus anchas en el barrio donde reside el presidente de la República. Hemos llegado al extremo que de los portonazos ni siquiera se salvan ahora los ministros de Estado.
¿Cómo evalúa el rol de las empresas de cara a la realidad del país, y a lo que les demanda la ciudadanía?
Creo que la pandemia les dio a las empresas la oportunidad de redimirse, por así decirlo, ante la sociedad, y la aprovecharon a fondo. Continuaron operando en condiciones adversas y en momentos muy difíciles. En todo este tiempo, han tenido un desempeño sin baches, haciendo lo que la sociedad espera que hagan, algo que debe ser reconocido. Por ejemplo, en 2022, exportaron casi cien mil millones de dólares, una cifra inimaginable hace unos años atrás, y este año, en el primer semestre, poco más de cincuenta mil millones de dólares. Es un resultado muy positivo por donde se le mire. La verdad es que las empresas han estado a la altura de los desafíos que impuso la crisis sanitaria y se están adaptando a las nuevas necesidades que demanda la sociedad. Notablemente, son las instituciones de mejor desempeño en un momento donde el Estado comienza a dar muestras de ineficiencia, de corrupción y hasta de ausencia en algunos ámbitos territorio.
Una de las discusiones actuales tiene que ver con el rol de la tecnología en las democracias, ¿cuál es su opinión al respecto?
Es toda una paradoja que, en plena sociedad del conocimiento, un momento cuando el conocimiento está disponible con toda facilidad para la mayoría de las personas, la posverdad se haya transformado en un fenómeno significativo. En lugar de una profundización de la democracia, estamos asistiendo en cambio a una disrupción social y política de dimensiones planetarias que nadie previó con la masificación de internet y las redes sociales. Nadie vislumbró que la nueva tecnológica iba a remecer los cimientos no sólo de industrias completas, sino que el edificio sobre el cual se ha construido Occidente: la democracia representativa y la prevalencia de la verdad. La democracia se enfrenta ahora mismo a una seria amenaza: la imposibilidad de dar satisfacción a un malestar social crecientemente artificial, en un contexto de una sociedad polarizada por algunas de las pulsiones y obsesiones más primarias de los seres humanos.
¿Existen temas emergentes a los que es necesario poner atención?
No hay mucha duda al respecto: se trata de la inteligencia artificial, una tecnología que, igual que internet primero y después las redes sociales, tiene el potencial de establecer un orden completamente nuevo. Estamos hablando del nacimiento de una nueva era, como ocurrió cuando a principios de los ochenta se introdujo el computador personal y también cuando Apple lanzó el primer iPhone en 2007. Pero, esta vez, debido a la conectividad que se ha alcanzado, la mayor de la historia, la era dominada por la inteligencia artificial va a tomar menos tiempo en evolucionar hasta hacerse omnipresente en casi en todos los ámbitos de la vida, del trabajo y también de la política. Esa singularidad, cuando la inteligencia de las máquinas alcanza a la del cerebro humano, que se pronosticaba para mediados de este siglo, 2040 era el año que más se repetía, podría adelantarse y ocurrir mucho antes. Incluso en algunos ámbitos ya estamos viendo algunas muestras de eso. La inteligencia artificial nos enfrentará a enormes desafíos, pero también, como siempre ha ocurrido con las nuevas tecnologías, a grandes oportunidades.
Claudio Hohmann
Managing Director de Hohmann & Asociados
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