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“Hay demasiados indicadores que señalan que hay un problema realmente serio”

El economista Guillermo Larraín enumera una serie de indicadores que muestran la debilidad de la economía chilena y entorpecen el crecimiento. “La política comienza a enfermar a la economía”, dice, alojando la causa inicial de los problemas en una serie de fallas del sistema político.

 

Guillermo Larraín, Doctor en Economía y profesor asociado de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile, evalúa la situación económica de Chile en 2024

 

 

En esta entrevista, el destacado economista Guillermo Larraín, Doctor en Economía y profesor asociado de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile, evalúa la situación económica de Chile en 2024, un año que, según su análisis, se inserta en una década de crecimiento decepcionante. Preocupaciones clave como la baja productividad, el aumento persistente del desempleo y el deterioro de las cuentas fiscales y los activos estratégicos del Estado entran en la ecuación.

 

También reflexiona sobre cómo la política ha influido negativamente en el desempeño económico del país. Ante este escenario complejo, Larraín plantea su visión sobre las posibles perspectivas para 2025, considerando factores internos y externos que impactan la economía chilena, y señala algunas áreas con potencial de mejora, como el sector exportador y la red de tratados de libre comercio delpaís. Sin embargo, también advierte sobre la necesidad urgente de un liderazgo sólido que impulse cambios estructurales para retomar el crecimiento.

 

¿Cómo evalúa el desempeño de la economía chilena en 2024?

El 2024 es un año más dentro de una década de crecimiento decepcionante, en el que siguieron manifestándose ciertas tendencias muy preocupantes y que no hemos logrado cambiar. Un crecimiento de alrededor del 2%, productividad prácticamente en cero; crecimiento tendencial del desempleo, que viene aumentando estructuralmente en Chile lento, pero muy persistentemente; deterioro permanente en las cuentas fiscales, lo que alcanzó un paroxismo durante la pandemia y se ha corregido ahora, pero estructuralmente hay un deterioro. Deterioro también en los activos estratégicos del Estado, caída en el valor de los activos financieros chilenos medido por la capitalización bursátil, que lleva también más de 10 años. Hay muchas indicaciones, demasiadas, que señalan que hay un problema realmente serio y que no estamos poniéndole el cascabel al gato. Lo más complejo es que no tenemos una mirada coherente y compartida respecto de cuáles son los problemas. Hay gente con ideas aisladas, pero mi impresión es que muchas son más bien marginales o defienden ciertos grupos de interés, más que ideas grandes y generosas que ayuden a identificar una estrategia, que calme la ansiedad social, y el país salga adelante.

 

Se habla de que el problema es más bien político, ¿qué piensa sobre eso?

Estoy bien de acuerdo. Cuando uno examina por qué se desaceleró Chile, la razón inicial es política, y por lo tanto la forma de corregir eso es política. La economía está más sana de lo que está la política, es lo que decíamos cuando publicamos el libro “El otro modelo” el año 2013. La economía sufría las consecuencias de la política, pero estaba relativamente bien. Desgraciadamente, con 10 años de deterioro, la política comienza a enfermar a la economía, y vemos que empieza a resentirse después de tantos años de mal desempeño. El apetito por riesgo se resiente, ya no es tan evidente tomar riesgo en Chile como hace 8 o 10 años, y el sector económico empieza a enfermarse producto de un problema político que no se resuelve.

 

Ahora, ese problema político inicial tiene, a mi juicio, 3 culpables. El que todo el mundo dice, tiene que ver con el cambio al sistema electoral. Este resolvió el problema del binominal, pero de mala manera. El sistema proporcional contribuyó decisivamente a generar una fragmentación excesiva. Fue una mala idea, pero no es el único problema político que tiene Chile. Yo diría que hay dos adicionales: uno que venía de antes y es la muy rígida situación institucional chilena. Esto se debía a las leyes de quórum calificado, los altos quórum para cambiar la Constitución, el rol del Tribunal Constitucional. Me refiero en particular a las leyes orgánicas constitucionales y especificamente a las leyes de Seguridad Social, que han sido particularmente difíciles de cambiar, lo que le han dado una rigidez al sistema institucional chileno muy compleja que no ha permitido resolver problemas a tiempo. Cuando vino el estallido social, para acomodar todos los cambios que se hicieron se bajaron esos quórums y hoy tenemos un régimen que es bastante flexible, quizás demasiado, pero ahora el problema es la fragmentación..

 

Y el tercer problema político es que la alternancia en el poder no la hemos sabido hacer bien. Es un problema que los gobiernos que se han ido alternando le hayan dado inestabilidad a las políticas y a los cuadros técnicos dentro del Gobierno. Eso le ha quitado claridad a las políticas públicas y estabilidad a los cuadros técnicos, lo que redunda en un sistema político y un Estado que funciona peor. Se parte de cero cada vez, entonces el Estado zigzaguea y es más errático.

 

A ello hay que agregar la larga seguidilla de actos de corrupción, que también tiene componentes políticos y que nos vienen acompañando desde hace casi 20 años. Esto ha hecho que distintas leyes y organismos de control hayan ido generando mecanismos de control excesivo, paralizando al Estado.

 

La verdad es que todo eso genera un escenario muy malo en términos de crecimiento. Parte de la permisología tiene que ver con ideologismo de algunas personas, pero otra parte se debe a estos mecanismos de control y a que los funcionarios no se atreven a tomar medidas porque tienen temor a equivocarse o a que los acusen.

 

Estamos metidos en un lío grande, creo que resolverlo requiere un enorme acto de liderazgo y de coraje y no veo a nadie que tenga esa visión para encabezar ese proyecto.

 

¿Entonces el 2025 será más o menos parecido?

En términos de números, lo que comentó el Banco Central (en el último IPoM) es que va a ser bastante parecido, y, en principio, el 2026 también, marcado por una economía internacional que está muy inestable por todos los temas de geopolítica, lo que es un shock externo negativo para Chile. Todas las grandes economías mundiales se están desacelerando, el conflicto geopolítico entre Estados Unidos y Europa con China no sabemos hasta dónde va a llegar, hay muchos riesgos geopolíticos que provocan tensión y dificultad para el crecimiento, y una economía chica como la nuestra lo resiente.

 

Pero creo que hay una pequeña ventanita de esperanza en el sector exportador chileno. Los datos muestran una cierta mejoría, estamos con niveles de tipo de cambio real relativamente competitivo, tenemos una economía donde las empresas están algo endeudadas pero sanas. En general, la economía chilena funciona con pocas distorsiones, creo que hay un capital humano bueno y un sector exportador con potencial.

 

Existen algunas iniciativas que también son promisorias y que hay que materializar; por ejemplo, la ley que se ha denominado de permisología. A lo mejor no resuelve completamente el problema, pero identificó un área de trabajo y le da una primera mano que es muy util.

 

Chile tiene un activo que es único a nivel mundial al que hay que sacarle provecho y es la red de tratados de libre comercio. Tenemos la red más vasta de tratados de libre comercio de todo el planeta; si hay un país que puede más o menos surfear en este mundo tan convulsionado, es Chile.

 

Por otro lado, nuestros fondos soberanos se han reducido bastante y creo que hay que dejar de gastarlos ya, no hay que sacar ni un peso más de ahí porque son escasos y más bien hay que recuperarlos.

 

Por último, hay potencialidades en las áreas del hidrógeno verde y del litio, que son sectores productivos donde pueden ocurrir cosas interesantes.

 

¿Cómo se ve el futuro de la inflación?

Estamos viendo una pequeña reversión en los próximos 3 o 4 meses; pero a todo el mundo le está costando volver a los niveles de inflación prepandemia. La razón es que todos hicieron cosas inapropiadas durante la pandemia, cometieron pecados, por así decirlo. En Chile, por ejemplo, lo que está pasando ahora con las tarifas eléctricas, es uno de esos pecados. Se fijaron durante la pandemia precios que no tendrían que haberse fijado y ahora, cuando hay que corregirlo, aparecen exabruptos inflacionarios como este. La verdad es que los bancos centrales no tendrían que reaccionar frente a ellos, pero como están pasando en muchas partes del mundo, se impactan unos a otros y se cuelan en las expectativas de las personas, cosa que no debiera ocurrir. Los bancos centrales están con el problema de que, sin tener que reaccionar frente a un shock inflacionario de oferta como este, cuando son muchos, se ven un poco obligados a hacerlo.

 

Desgraciadamente, hay que acomodarlo y la forma es más o menos lo que anunció entre líneas la presidenta del Banco Central: que va a haber una pausa en la baja de tasas y probablemente continúe después. Pero, en principio, diría que la inflación es un problema que está más o menos dentro del ámbito de lo conocido, donde el Banco Central entiende lo que está pasando y tiene las herramientas para enfrentarlo.

 

¿Qué está pasando con el empleo?

Ahí sí creo que tenemos un problema mayor, porque cuando uno mira las cifras de la tasa de desempleo, se ve claramente que hay una tendencia al alza desde el año 2013 en adelante, lenta pero muy sistemática. Claramente hay un problema que no hemos logrado identificar y que tiene que ver fundamentalmente con creación de trabajo, donde hay varios elementos. Uno es la tecnología que se utiliza y que es menos intensiva en trabajo, hay algo de eso jugando un rol. Está la inmigración, pero esta se aceleró desde el 2016 en adelante, y el problema de desempleo decíamos que empezó antes. Entonces no hay que pensar que es solo esa la causa. Aquí tenemos más incógnitas de cómo resolverlo. Hay un problema con la tasa de participación femenina que cayó violentamente durante la pandemia y su recuperación ha sido lenta. Hay problemas también de descalce entre las capacidades que tiene el trabajador y la trabajadora chilena con lo que la economía necesita. Hay un problema en la creación de empresas: el número total de empresas que informa el Banco Central dejó de crecer el año 2022. En el tema del empleo hay más incógnitas y no está muy claro cuál es la institución que tiene que resolverlo.

 

¿Observa algunas luces en términos de inversiones?

En materia de inversiones hay que distinguir tres tipos. Una es la inversión en minería, que es muy particular, muy fuerte, la más grande, y no tiene mucho que ver con nada que ocurre en Chile. Su tema es la demanda mundial por minerales, que es robusta, y la necesidad de compensar la pérdida de capacidad productiva porque los minerales se agotan. Eso tiene una lógica propia que no pasa por estas cosas que hemos estado conversando.

 

Después está la inversión que es como “oportunista” en el sentido que se alinean con el ciclo politico. Por ejemplo, cuando salió electo Sebastián Piñera la segunda vez, hubo optimismo y el sector inmobiliario y de construcción subió mucho. Este tipo de inversiones tienen un ciclo paralelo al del Gobierno. Planeas un edificio, lo diseñas, lo construyes y lo vendes. Pero, desde el punto de vista de la productividad a largo plazo, son proyectos que dejan poco. Esa es una segunda categoría de inversiones, que son necesarias, no las quiero en ningún caso demonizar.

 

Pero lo que nos falta en Chile es el tercer tipo de inversión, que es la que mira al largo plazo, no al gobierno que nos rige hoy. Nos falta volver a atraer inversiones que resuelvan problemas de este gobierno, del próximo y el subsiguiente, y que van a tratar de generar cambios incrementales en la matriz productiva actual. Esa es la inversión que necesitamos que se detone y que tuvimos en el pasado por muchas vías.

 

En esa materia hay una pequeña lucecita de esperanza, si logramos echar a andar a tiempo la Agencia de Financiamiento e Inversión para el Desarrollo, que es un spin off de la Corfo que se va a centrar en cofinanciar inversiones directamente como una entidad de segundo piso. Eso es un proyecto que ha sido aprobado en el Congreso con muy alto quórum, con el que todo el mundo está a favor, porque va a permitir que haya financiamiento para proyectos riesgosos de largo plazo, inversiones más complejas que necesitan una mirada estratégica. Eso va a promover este tercer tipo de inversión, que a mí me parece que es la que más nos hace falta.

 

¿Qué proyección ve en reformas largamente discutidas, como la de pensiones?

En pensiones creo que hay una posibilidad de que se llegue a un acuerdo. Lo que el país necesita son liderazgos que se la jueguen por algo, y yo noto que en pensiones hay liderazgo. En el caso del Gobierno es más o menos obvio que es el ministro de Hacienda y la ministra del Trabajo que están empujando. Pero a mí me interesa el liderazgo que ha surgido en la oposición, porque es menos evidente que alguien lo tome. El ministro de Hacienda siempre va a ser el ministro, tiene que hacer cosas casi por obligación, pero que el senador Galilea tome el liderazgo de la vocería, que se la juegue y que tome posición, es novedoso. Es un liderazgo nuevo que está realmente jugándosela por cambiar ciertos preceptos y buscando convergencia. Ahí hay una cuestión súper interesante y espero que sea exitosa. Los países que han sido exitosos en su proceso de desarrollo son capitalistas, acumulan riqueza, pero además son pragmáticos a la hora de entender que, para resolver los problemas sociales, a veces pueden utilizar instrumentos muy ortodoxos, pero también tienen instrumentos heterodoxos, porque la ortodoxia no siempre te lo resuelve todo. Ahí hay una mirada bien estratégica que me parece que es relevante y me gustaría resaltar.

 

 

 

 

 

 

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