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Adopción de un modelo de compliance para la sustentabilidad de la empresa

 

La adopción de un sistema o modelo de compliance, que originalmente se veía desarrollado en industrias de alta regulación como la banca o la farmacéutica, se ha convertido en una práctica generalizada y global, cuyo objetivo es prevenir riesgos de infracción y lograr el cumplimiento exhaustivo de las diversas exigencias normativas que afectan a una organización, negocio o actividad.  

 

Es por ello que muchas empresas han incorporado un sistema de compliance, buscando disminuir sus riesgos de incumplir y manteniendo un adecuado ambiente de control, basado en procesos y responsabilidades concretas. 

 

Sin embargo, iniciar el camino de desarrollo de este tipo de iniciativas y lograr una organización más resiliente, puede ser desalentador. Hay una creciente regulación normativa, con un mayor número de leyes, estándares, reglamentos y directivas, que aumentan la complejidad de la gestión diaria.  

 

Por ejemplo, la necesidad de respetar los derechos fundamentales, responsabilidad penal de las personas jurídicas, la libre competencia, cumplimiento medioambiental, la ley de responsabilidad extendida del productor, la gestión de datos, conflictos de interés, relación con entidades públicas, entre otros temas, pueden ser abrumadores. 

 

Esto es especialmente cierto para aquellas organizaciones que no cuentan con una estructura interna que permita priorizar y gestionar los riesgos inherentes a la actividad empresarial o negocio en particular y, como resultado, pueden verse desbordadas ante tantas exigencias a las que deben hacer frente. 

 

Lo relevante es partir recorriendo el camino del compliance mediante el levantamiento de la normativa interna y controles de la organización para detectar brechas y, así, tener la información necesaria para implementar políticas, procedimientos y controles en relación con los respectivos requerimientos legales, generando información relevante que dé sustento al ambiente de control buscado. 

 

Esta labor debe ser desarrollada en forma colaborativa entre el directorio, la alta gerencia y el personal clave. De esta manera se podrá lograr un diseño adecuado del sistema o programa, estableciendo la estructura interna o buscando la asistencia externa necesaria que ayude en su implementación y adopción, y logrando un balance entre procedimientos y controles que contribuyan a prevenir y detectar incumplimientos, sin caer en trabas o costos innecesarios para el negocio. 

 

Con ello, la organización respectiva estará en un mejor pie para cumplir con su misión, a través de una herramienta que le proporcione reglas, procedimientos y controles claros, que permitan aumentar la confianza con los diferentes stakeholders y, como resultado final, tener una comunicación interna y externa equivalente: con transparencia, honestidad y coherencia, lo que genera una conexión con la estrategia de la organización y genera confianza en el mercado. 

 

Integrar un sistema o modelo de compliance en la gestión de una organización requiere de un trabajo permanente, con una repetición de conductas buscadas que, en definitiva, generarán una cultura empresarial reconocible por los integrantes de la compañía y reconocida por la sociedad.  

 

Una base importante de la cultura es eliminar cualquier elemento o factor que pueda facilitar malas prácticas, transitando a una organización en la que ningún miembro tenga excesiva discrecionalidad o el monopolio de la toma de decisiones sin que, paralelamente, exista una debida, consistente y necesaria rendición de cuentas.  

 

Ésta es la forma de profundizar la confianza que hoy es requerida de cada participante de la sociedad, especialmente las empresas, como actores relevantes de la misma. 

 

Desde mi punto de vista, la implementación de un sistema o modelo de compliance constituye un factor diferenciador, clave en el desarrollo sustentable de una organización. Tener sistemas que midan la adecuación de las instituciones a la normativa y procedimientos atraen y retienen talento, mejoran la motivación, compromiso y productividad de trabajadores y proveedores, lo que asegura el valor de la empresa a largo plazo. 

 

Hacer el trabajo bien, por el bien de las personas, con integridad, es la tarea primordial de cada miembro de una organización, lo cual debe estar impreso en la gestión diaria y en cada nuevo desafío que se asuma, evitando tomar cualquier atajo ético, ya que los logros valen si a ellos se llega a través del camino correcto. 

 

Andrés Marín 

Abogado, Universidad de Chile  

Magíster en Derecho de la Empresa, Pontificia Universidad Católica de Chile 

Postítulo en Negociación Avanzada Metodología Harvard y Libre Competencia 

 

 

 

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