Abriendo un Puente Social
La abogada y directora de empresas Claudia Bobadilla lidera la plataforma que busca incorporar la dimensión social en la estrategia de empresas y organizaciones, imprescindible para construir un futuro sostenible.

Claudia Bobadilla, is Executive President, Chilean Association of Private Television Operators and a director of CSIRO Chile.
En el pasado verano, Claudia Bobadilla y el equipo multidisciplinario de Puente Social recorrieron 10 comunas de Santiago durante 40 días con sus noches, con una misión: escuchar y entender las demandas, anhelos, frustraciones y carencias que estaban detrás del estallido social.
Los miembros de esta plataforma -surgida para trazar un camino de entendimiento y reconexión de empresas y organizaciones con la realidad de la sociedad, creada y dirigida por Claudia, directora de empresas y fundadora de la Red de Alta Dirección-, sostuvieron 92 encuentros con 430 personas. Conversaron con dirigentes sociales, agrupaciones comunitarias, trabajadores municipales y vecinos de Independencia, Recoleta, Santiago, Cerro Navia, Renca, La Florida, Puente Alto, Maipú, Peñalolén y La Granja, y además se reunieron con los alcaldes de Peñalolén, Renca, Santiago, Recoleta, Independencia y Cerro Navia.
De esa experiencia surgieron varias observaciones, entre ellas la desigualdad territorial. Los ingresos anuales de las comunas más ricas de Santiago por habitante son en algunos casos hasta siete veces más altos que en las de más bajos ingresos; mientras que, de las 346 comunas de Chile, 60 no tienen farmacias, 213 no tienen ópticas y 297 no tienen librerías.
“La desconexión social y geográfica, que es una cuestión estructural de la que tanto las élites como la ciudadanía somos parte, tiene consecuencias, y una de las más evidentes son las crisis sociales que estamos viendo emerger no solo en nuestro país sino en el mundo en general, donde un incidente basta para que el malestar social se exprese en la calle. Lo que hay en la base es un malestar mucho más profundo que se ha ido acumulando en el tiempo”, afirma Bobadilla.
La crisis evidenció, a su juicio, un desacople muy profundo en la comprensión de la vida y la sociedad desde lo macro, y la realidad de la vida diaria, lo micro. “Las personas no vivimos de promedios ni de lo macro, sino que nuestra vida se constituye de la experiencia que tenemos, y por lo tanto nuestra percepción del progreso se mide desde la experiencia personal en nuestra calidad de vida y cómo la estamos experimentando”. Los indicadores de mejoras en calidad de vida como pobreza extrema y mortalidad infantil son reales, pero no necesariamente se traducen en la percepción de la calidad de vida de las personas, que sufren dificultades muy dramáticas que envuelven de fragilidad y miedo la vida de muchos chilenos, dice.
“La pregunta desde las organizaciones es cómo conectamos con eso, cómo lo vemos y nos disponemos a escuchar esa realidad para ver cuáles son los desafíos, qué podemos hacer, qué nos toca hacer a cada uno y emprender las transformaciones que sean necesarias”.
Las personas al centro
Tras la observación, Puente Social documentó, sistematizó y analizó la información para compartirla y sumar voluntades, trabajo en el que están en este momento, con presentaciones en diversos espacios y foros empresariales y la materialización de proyectos específicos en algunas compañías. “Hay una secuencia de pasos porque el desafío es muy grande y nadie por sí solo va a ser capaz de resolverlo. Lo que realmente necesitamos es una red de coordinación y colaboración de distintos ámbitos, porque el imperativo es resolver esto, ya que lo que está en juego es la cohesión social, la base para cualquier sostenibilidad de proyectos en nuestra vida en común”, afirma.
El objetivo se resume en poner a las personas al centro de la organización –partiendo por los trabajadores-, avanzando en una demanda que está en la base de todo: la dignidad. Eso significa agregar la dimensión social en la estrategia de las compañías y organizaciones, al mismo nivel que la dimensión financiera, regulatoria, tecnológica o medioambiental. “Una de las reflexiones profundas que tenemos que hacer desde las organizaciones es cuál es el nuevo propósito y el diseño del marco ético que lo va a sustentar, y luego una serie de cuestiones que tienen que ver con el diseño de indicadores, procesos, competencias distintas y estructuras de incentivos que estén alineados con poner al centro a las personas”.
Realidad sin filtros
Mientras que el punto de partida para cualquier acción son los propios trabajadores de la empresa, un segundo imperativo es conocer y acercarse directamente, sin filtros, a la realidad. “No podemos saltarnos el ir, escuchar y conversar con quienes habitan los territorios donde nosotros desplegamos nuestra actividad como empresa, donde están nuestros clientes ciudadanos, donde viven nuestros trabajadores, contratistas, proveedores. Aquí hay una invitación a salir de nuestros espacios tradicionales de gestión y toma de decisiones para ir a conocer esa realidad que no solo muestra el dolor o los problemas, sino también una cantidad de oportunidades inmensas de articulación y colaboración entre los territorios y las empresas”.
De su experiencia personal, resalta la constatación de las capacidades y talentos que hay en las bases sociales, en los vecinos, la ciudadanía en general y los actores municipales, en términos de liderazgo, coordinación, colaboración, eficiencia y calidad. “Hay mucha fortaleza y robustez en el desarrollo de esas capacidades y nosotros tenemos mucho que aprender de ellos”, dice.
La comunicación, por su parte, tiene que estar completamente alineada con esta visión, amplificarla y transmitirla a todos los stake holders, en una interacción horizontal, honesta y no transaccional.
Sentido de urgencia
Frente a la crisis que ha provocado el Coronavirus, Bobadilla considera que las acciones emprendidas por las empresas han sido muy importantes y oportunas, con un sentido de urgencia y eficiencia en la operación y logística que caracteriza el mundo empresarial. “Gestionar multiplicidad de factores para lograr un objetivo común es algo muy propio de nosotros, y eso ha sido transversalmente valorado. El desafío es cómo, pasada la pandemia, y en este contexto difícil de diseño de un futuro nuevo, cruzamos el puente hacia un mundo que no conocemos”.
Observa una sensación de vulnerabilidad y fragilidad que comparte todo el país y que interpela a trabajar con urgencia y colectivamente para avanzar. De ahí que este tipo de conversaciones esté teniendo una recepción positiva. “Es un tiempo no solo apropiado, sino de sentimiento compartido de urgencia y fragilidad que hace que queramos entender mejor por dónde abordar el desafío. Yo diría que ahí hay algo relevante, porque cuando las crisis afectan solo a un grupo, cuesta más mover algunas piezas, pero cuando nos afectan a todos, nos ponen en un estado de apertura mucho más amplio para entender”.