Nuevos desafíos para avanzar en un sector universitario competitivo

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En los últimos años las universidades se encuentran operando en un entorno altamente competitivo y complejo. Esta situación se acrecentó con la pandemia del Covid-19, por cuanto la educación superior ha experimentado a nivel mundial un proceso de construcción y reconstrucción. En este escenario, las universidades se enfrentaron a la dificultad para mantener sus ventajas competitivas, y se vieron en la necesidad de modificar sus propuestas de valor, reformular sus sistemas de gestión, innovar constantemente, encontrar formas más efectivas de entregar sus servicios, y responder a los cambios sociales y a las nuevas dinámicas competitivas.

Por tanto, se sostiene que la globalización de la economía ha impactado al mercado de educación superior, ya que los sectores universitarios se caracterizan por un alto nivel de dinamismo, por presentar características similares a las de una industria de servicio, por un rápido crecimiento de las instituciones participantes y de la respectiva matrícula, por la aparición de nuevos tipos de instituciones, por la conformación de consorcios académicos, por los crecientes niveles de diversificación y privatización, por incrementos en las restricciones presupuestarias, por cambios en las regulaciones, por los mayores niveles de demanda por control de calidad, por la masificación de la educación superior, por el desarrollo de un mercado de educación global, por una elevada competencia por captar y retener a los estudiantes, y por el hecho de que la educación superior se ha vuelto más diversificada social y culturalmente.

Además, existe una tensión entre los esfuerzos y las prácticas de mejora de la calidad impulsadas internamente por las universidades y las presiones que provienen por las agencias reguladoras, debido a que tanto los responsables políticos como los agentes sociales han comenzado a exigir que las universidades justifiquen sus resultados y que ofrezcan programas académicos de buena reputación y valor agregado. Por su parte, los estudiantes esperan que la formación superior recibida les permita mejorar sus expectativas de desarrollo personal y profesional, en tanto que el gobierno espera que el mayor nivel de formación contribuya a mejorar la competitividad a nivel país; y las empresas esperan que los profesionales adquieran los conocimientos, habilidades y capacidades, que se requieren para mejorar sus indicadores de productividad.

En este contexto, las universidades tienen el desafío de aprovechar en forma positiva los cambios que ha experimentado el entorno en que operan, al mismo tiempo que deben adaptarse y en la medida de lo posible adelantarse a las nuevas tendencias del sector. Esto explica por qué las universidades han optado por implementar estrategias de marketing que les permiten diferenciarse de los competidores, alcanzar posiciones de liderazgo y seguir siendo competitivas. Dado esto, las universidades han modificado su comportamiento competitivo, debido a que el mercado en que operan les exige que se focalicen en los intereses de sus grupos de interés, y que se comparen con las instituciones de mayor reconocimiento a nivel mundial, ya que deben responder no sólo a las amenazas de sus competidores locales, sino que también deben hacer frente a la existencia de un mercado de educación internacional en crecimiento.

En consecuencia, las universidades deben reconocer como una oportunidad de mercado, la tendencia internacional que existe hacia una población estudiantil más heterogénea, por cuanto pueden responder a las nuevas tendencias del mercado de educación superior a través del diseño de programas de formación que hagan uso de las tecnologías de la información y la comunicación.

Es así que las universidades pueden modernizarse a través de alternativas estratégicas que posibiliten la incorporación de modalidades no convencionales de educación, por cuanto en muchos países existe la necesidad de incorporar al sistema de educación superior a personas que, por razones geográficas, familiares, laborales o de salud, o simplemente por preferencias individuales, no pueden o no quieren cursar estudios en la modalidad convencional. Estas nuevas modalidades de programas de educación superior representan oportunidades de una mayor equidad, expectativas de movilidad social, y de disminución en las distancias de distribución de los ingresos; y una alternativa para que las universidades puedan diversificar sus fuentes de ingresos.

Esta situación es de relevancia para Chile, ya que su sector de educación superior cumple un papel de importancia en el desarrollo productivo y económico del país. En efecto, considerando que Chile ha respondido a los cambios en la economía global con un modelo de crecimiento basado en las exportaciones, su sector de educación superior debe responder a la necesidad de diversificar la oferta académica y la del alumnado; y esto se puede conseguir a través de nuevas modalidades de enseñanza que permitan formar profesionalmente a un mayor número de personas, lo cual a su vez contribuye a disminuir las brechas de desigualdad y a mejorar los indicadores de competitividad a nivel de país.

Por Luis Araya Castillo, Decano, Facultad de Ingeniería y Empresa, Universidad Católica Silva Henríquez (UCSH); PhD in Management Sciences, ESADE Business School; Doctor en Empresa, Universidad de Barcelona; Doctor en Ciencias de la Gestión, Universidad Ramon Llull; Doctorando en Ciencias Económicas, Empresariales y Sociales, Universidad de Sevilla

Luis Araya Castillo

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