Las universidades y su rol en los procesos de transformación social
Chile y el mundo han cambiado, y lo seguirán haciendo. Desde fines del 2019 a la fecha, hemos sido testigos, entre otros, del estallido social, de la pandemia sanitaria, de los conflictos internacionales y de una crisis económica.
Es por esto que las organizaciones, entre las cuales se encuentran las empresas, los organismos públicos y las ONG, están operando en entornos que son cada vez más dinámicos y complejos. Esto implica que aspectos como las variables económicas, las tendencias sociales, los patrones de comportamiento, las regulaciones y los desarrollos tecnológicos, están cambiando de manera constante.
En este contexto, las instituciones de educación superior tienen el desafío de responder rápidamente a estas nuevas dinámicas competitivas, innovar constantemente, modificar sus propuestas de valor, mejorar los niveles de calidad en las distintas actividades que realizan, y de estar en línea con los cambios sociales y culturales.
Por lo tanto, las universidades tienen el desafío de repensar no sólo sus modelos de gestión y metodologías de enseñanza-aprendizaje, sino que también la forma en que se vinculan con su entorno y comunidad. Es por esto que las universidades tienen el reto no sólo de adaptarse a las nuevas tendencias de la educación superior, sino que también de ser actores claves en los procesos de transformación social.
Las universidades deben comprender que la creación de valor va más allá que la generación de utilidades, creación de empleos, identificación de oportunidades de mercado, aprovechar recursos que no están siendo utilizados, emprender nuevos negocios y encontrar mejoras en los niveles de productividad. Deben ser conscientes que tienen la misión de formar a profesionales que pongan a disposición de la comunidad sus conocimientos y competencias, y por consiguiente que puedan ocupar posiciones de liderazgo y actuar como agentes de cambios sociales.
Esta situación es relevante, por cuanto, de todos los servicios, el sector de educación superior es aquel que más se relaciona con el crecimiento de una sociedad y su desarrollo socioeconómico, puesto que para lograr un desarrollo como país, es fundamental la creación de conocimiento como un elemento central para mejorar la calidad vida y progreso.
Además, la riqueza o pobreza de los países depende en gran medida de la calidad de la educación superior, ya que la misma es reconocida como un elemento clave para la prosperidad económica, favorece la mejora de los procesos productivos, es un elemento central en el desarrollo de cualquier país, un aporte a la movilidad social, es vital para el progreso social, el eslabón central en el desarrollo del talento y la cultura, y fundamental para el desarrollo sostenible y la mejora en el bienestar de las personas.
Dado esto, las universidades tienen como compromiso la formación de profesionales que destaquen no sólo por sus conocimientos técnicos, sino que también porque tienen las habilidades personales -tales como la capacidad adaptativa, el autocontrol y la tolerancia a la frustración- e interpersonales -tales como el trabajo en equipo, la comunicación y la resolución de conflictos- que son fundamentales para desempeñarse con éxito en el actual escenario competitivo.
Son estos/as profesionales quienes tendrán la capacidad de actuar como agentes de cambio, por cuanto estarán en condiciones de identificar y encontrar soluciones a problemáticas sociales, y con esto contribuir al desarrollo y progreso económico del país, a la mejora en el bienestar y calidad de vida de las personas, a la disminución en las brechas de la desigualdad, y a la construcción de una sociedad más justa.
Por Luis Araya Castillo, Decano, Facultad de Ingeniería y Empresa, Universidad Católica Silva Henríquez (UCSH), PhD in Management Sciences, ESADE Business School, Doctor en Ciencias de la Gestión, Universidad Ramon Llull, Doctor en Empresa, Universidad de Barcelona.
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