Las universidades como motor de desarrollo económico
El conocimiento es clave y en los últimos años se ha comenzado a utilizar de manera profusa el concepto de “sociedad del conocimiento”, concepción que sintetiza las mutaciones de carácter social que se están produciendo en la sociedad moderna, a partir de la eclosión de internet, la informática y las telecomunicaciones. Es a través del conocimiento y la investigación científica que los países son capaces de generar oportunidades económicas y pueden atraer al capital y a la industria para generar más riqueza; al mismo tiempo que logran progresar y modificar su realidad circundante, mejorando las condiciones de vida y avanzando hacia estándares desarrollados.
Pero ¿por qué las universidades son motores de la economía y promotoras del avance científico y tecnológico en cualquier sociedad moderna? La función social de las universidades está cambiando de manera cada vez más generalizada. En la actualidad las universidades que mantienen posiciones de prestigio son aquellas que se convirtieron en agentes económicos en la sociedad del conocimiento, pasando a ser elementos dinamizadores de las actividades económicas a nivel regional e internacional mediante la generación, acumulación y transmisión no sólo de grandes capitales de conocimiento, sino que también de capacidades de investigación.
Dado esto, se señala que la sociedad ha entregado la responsabilidad a la universidad de crear y gestionar ese conocimiento. Sin embargo, América Latina no logra superar la barrera del subdesarrollo, y paralelamente se mantiene con un enorme atraso científico y tecnológico. Normalmente se esgrime que uno de los factores primordiales para comprender la baja productividad científica que exhibe la región, se relaciona con la escasa inversión en investigación y desarrollo (I & D) que se realiza en ella.
Considerando este escenario, podría afirmarse entonces, que se incrementa la importancia atribuida a las universidades como motor principal de la competitividad económica en una economía global conducida por el conocimiento. La universidad influye en el desarrollo de la sociedad a través de cuatro dimensiones: a) la docencia, por la cual logra alta formación de sus egresados y fomenta la graduación de talentos; b) la investigación que se encarga de generar conocimientos; c) las innovaciones por la vía de catalizar el conocimiento producido; y d) la vinculación con el entorno para identificar problemáticas y proponer soluciones que tengan impacto en la colectividad.
Por lo tanto, se reconoce a la universidad no sólo como una institución que ofrece educación e investigación, sino que como una entidad que desempeña un papel fundamental en el desarrollo económico del territorio en el que se establece. Se destaca la contribución de las universidades a la formación de capital humano, por cuanto éstas tienen el desafío de ofrecer una formación profesional que responda y se adecúe a las necesidades del entorno laboral y social; y se resalta el aporte de estas instituciones al desarrollo de bases de conocimiento científico-técnico cada vez más sofisticadas, por cuanto la investigación que se genere debe responder a las necesidades que tiene la sociedad, puesto que para lograr un desarrollo como país, es fundamental la creación de conocimiento como un elemento central para mejorar la calidad vida y progreso.
Es en este contexto que la educación superior sobresale como una fuerza impulsora del desarrollo, reforzando la competitividad de los países en la economía global y generando beneficios para los individuos y para la sociedad en su conjunto; y es por ello que la investigación que impulsan las universidades debe responder a las necesidades que tiene la sociedad, puesto que en economías basadas en conocimiento, el potencial para innovar y mejorar la competitividad se halla estrechamente relacionado con la capacidad de los sistemas nacionales de educación superior para aumentar la cantidad y calidad de las destrezas disponibles para la economía.
Ello explica por qué los gobiernos invierten sistemáticamente en la instalación de capacidades científicas y tecnológicas, y por qué incentivan a las universidades a participar activamente en ello; y también explica el interés que tienen las regiones por contar en sus territorios con universidades que sean una apuesta clave para su desarrollo sostenible, prosperidad económica y movilidad social.
En consecuencia, en función de lo anterior y considerando que la generación de conocimiento es un bien común, para que las universidades latinoamericanas puedan apoyar los avances en la calidad de los procesos investigativos, y estén en condiciones de contribuir al crecimiento económico, mejora de los procesos productivos, progreso en el bienestar de las personas y disminución en las brechas de desigualdad, tienen que adaptar sus estructuras organizativas y replantear sus formas de relacionarse, con la finalidad de convertirse en estructuras más flexibles, dinámicas y proactivas, capaces de asumir los permanentes cambios y desafíos de la educación superior.
Por Luis Araya Castillo, Decano, Facultad de Ingeniería y Empresa, Universidad Católica Silva Henríquez (UCSH), PhD in Management Sciences, ESADE Business School, Doctor en Empresa, Universidad de Barcelona; Doctor en Ciencias de la Gestión, Universidad Ramon Llull
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