El consumo en tiempos de incertidumbre económica
La economía chilena no registró variación en el Imacec (Índice Mensual de Actividad Económica) de septiembre en comparación al mismo mes de 2022, debido a que el crecimiento de la minería y el resto de los bienes compensó la caída de otros sectores. Con el índice de septiembre, la economía chilena muestra un mejor resultado luego de que, en los últimos ocho meses, en seis de ellos se registraran caídas.
Dado esto, durante los próximos meses se esperan variaciones marginales en la actividad económica, que llevarán a cerrar el año con una leve contracción o un nulo crecimiento. En 2022, el PIB (Producto Interno Bruto) de Chile creció un 2,4% respecto al año previo. Para este año, el Banco Central estima que la actividad económica podría contraerse en un 0,5% en el peor escenario, o no registrar crecimiento (0%) en el mejor de los casos. En efecto, la economía chilena va en un camino de reactivación, pero las condiciones externas se han deteriorado. Esto ha llevado a una moderación en las bajas de tasas por parte del Banco Central, por lo que difícilmente se crecerá más de 2% en 2024 y las perspectivas en los próximos años van en la misma línea.
Pero ¿cuál es el impacto de la recesión económica en los hábitos de consumo? En períodos de crisis los consumidores cambian sus prioridades y comportamientos, ante lo cual las empresas tienen el desafío de reformular sus estrategias y propuestas de valor, y a través de esto hacer frente a los altos niveles de competencia, y a las cambiantes condiciones de los mercados y los nuevos estilos de consumo. Sin embargo, las personas son diferentes al igual que su percepción de los efectos negativos de una crisis económica. Esto se observa en mayor medida en países en vías de desarrollo, como es el caso de Chile, puesto que con ocurrencia de las crisis económicas se visualizan con mayor claridad las brechas de desigualdad existentes.
De esta manera, aun cuando los hábitos de consumo se ven alterados por cambios en los contextos, las condiciones particulares del consumidor y su percepción sobre los riesgos que subyacen a la crisis económica influencian la forma en qué modificará sus hábitos de consumo. Como resultado, los consumidores que tienen menos ingresos o que se encuentran desempleados, atribuirán mayor importancia al ahorro y por consiguiente disminuirán sus compras. Asimismo, los consumidores que no se han visto mayormente afectados por la crisis económica y que tienen la sensación de que la economía mejorará en el futuro, también reducirán su nivel de compras, pero de manera menos acentuada si se les compara con quienes perciben que la economía no muestra indicios de tener una pronta recuperación. Por otra parte, los consumidores que no se han visto afectados por la crisis, o que incluso mejoraron sus condiciones financieras, lo que harán es mantener sus patrones de consumo, tal vez con la excepción de aquellas compras más caras. Situación similar se observa en aquellos consumidores que no adoptan el ahorro como patrón de comportamiento, y que a pesar de las crisis o recesiones que se puedan presentar, optan por no modificar sus niveles de compra.
No obstante, a pesar de las diferencias que se presentan en los estilos de consumo en escenarios de crisis, se observan ciertas características que son compartidas por los distintos tipos de consumidores. En tiempos de incertidumbre económica se alteran los patrones de consumo habituales, por cuanto el consumidor se vuelve más responsable con el consumo y se detiene a pensar en qué, cuándo y cómo compra, y por consiguiente tiende a ser más racional, precavido y exigente, y en lo que respecta a sus intenciones de compra, privilegia las decisiones o endeudamiento de corto plazo, y presenta una menor disposición a la retención, lealtad y disposición a pagar.
Asimismo, cuando los consumidores perciben que el país se encuentra en una recesión económica, y que esta situación no cambiará en el corto plazo, no sólo se comportan de manera más reflexiva y crítica, sino que también son más sensibles a las ofertas y promociones, cuestionan más el precio y la relación precio-calidad, y son más estrictos con seguir una compra planificada. Esto explica por qué los consumidores adoptan un comportamiento de compra denominado smart shopping (o compra inteligente), por cuanto en lo cotidiano lo que hacen es comprar con mayor frecuencia, incluyen al precio como variable de decisión, y tratan de hacer un consumo más funcional y útil.
Como resultado de lo anterior, las compañías que están en condiciones de actuar rápidamente y de forma eficiente, tomarán estas dificultades como un impulso para mejorar su productividad y competitividad. Estas empresas adaptan sus modelos de negocios a medida que la crisis se sostiene y cambia, y por esta razón, cuando en los mercados existe una percepción de incertidumbre económica, asumen como un reto el garantizar relaciones con los clientes que a corto plazo garanticen la sostenibilidad financiera, y que a la vez desarrollen y aseguren los beneficios futuros. Y comprenden que esto pasa por considerar a los consumidores como socios estratégicos, ya que les deben hacer partícipe de las mejoras en los productos o servicios, al mismo tiempo que implementan acciones de fidelización y mantienen una relación de largo plazo con éstos, y les mejoran la experiencia de compra al satisfacerles distintas necesidades de manera simultánea.
Por Luis Araya Castillo, Decano, Facultad de Ingeniería y Empresa, Universidad Católica Silva Henríquez (UCSH) PhD in Management Sciences, ESADE Business School Doctor en Empresa, Universidad de Barcelona Doctor en Ciencias de la Gestión, Universidad Ramon Llull Doctorando en Ciencias Económicas, Empresariales y Sociales, Universidad de Sevilla.
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